La cata del té: La sala

Fábrica de té en Nepal
Fábrica de té en Nepal. Fotografía de Ganesh Paudel en Wikipedia

El té no se cata en cualquier sitio: tanto el aroma, como el color, como el sabor del té pueden verse afectados por las condiciones de la estancia en la que se realiza la prueba.

Sí, querido lector; el té, como seguramente ya sabrás, también hay que catarlo, y para ello se instalan salas de cata en las plantas de procesado del té. Ten en cuenta que un error en el proceso del té (demasiado tiempo de tostado, demasiada temperatura de fijado, o cualquier otro factor que pueda estropear un té de altísima calidad) puede dar al traste con el esfuerzo de muchos meses y hacer que se pierda un lote de materia prima que podría haber dado como resultado un té excelente. Por eso hay que controlar minuciosamente la calidad de cada lote producido, para no sacar al mercado un producto por debajo de los estándares del productor.

Por este motivo la sala de catas es una habitación tan destacada en las mejores instalaciones procesadoras de té. Vamos a empezar por describir cómo es esta estancia; en el siguiente artículo hablaremos sobre los utensilios que se utilizan en la cata del té y, por último, haremos un resumen del proceso de la cata en sí.

La sala de catas de té

En primer lugar, esta estancia ha de tener luz natural de calidad para que se pueda evaluar el color del té. Por lo tanto, en el hemisferio norte la sala ha de estar orientada al sur, mientras que en el hemisferio sur, hay que orientarla hacia el norte. Una gran ventana ocupa la pared exterior. La perfecta apreciación del color es importante para la evaluación no solo de una buena infusión, sino también de las hojas secas del té antes de infusionarlas, por lo que este factor lumínico es fundamental a la hora de hacer una buena cata.

Esta ventana orientada hacia el Ecuador está situada en el lado largo de la estancia, aprovechando así la arquitectura del edificio para la captación de la mayor cantidad de luz posible. Por eso las salas de cata suelen ser rectangulares.

Pero demasiada luz, o más bien una luz demasiado intensa o directa, tampoco es aconsejable. Por ello, para mejorar la calidad de la luz natural, muchas salas tienen un cristal exterior inclinado a treinta grados sobre la ventana; de esta forma, la luz entra en gran cantidad pero no es tan intensa que pueda desvirtuar los matices de color que se desean apreciar. Tamizando así la luz se obtiene un ambiente luminoso pero agradable y muy adecuado para el propósito buscado.

Otro aspecto que hay que tener en cuenta es la conservación del té, así como la ausencia de olores espurios. Con este fin la sala se sitúa en la segunda planta del edificio: se evitan humedades que puedan estropear el té allí conservado y además se gana algo de luz natural al elevar la altura de la sala.

La temperatura ideal para una sala de catas de té es de 20 a 25 grados centígrados: lo suficientemente fresca como para que se conserve el té allí guardado y sea agradable estar en ella, pero lo suficientemente cálida como para que el agua y el té calientes no pierdan temperatura demasiado deprisa.

Pero sigamos con la disposición de la sala. Junto a la ventana y a lo largo de ésta podremos ver una mesa en la que se disponen los recipientes con el té seco, antes de hacer la infusión. Ha de estar en este lugar para que el color de las hojas sea apreciable gracias a la iluminación de esta zona.

En paralelo a esta mesa, y por tanto a la pared larga, pero en el centro de la estancia, se dispone la mesa sobre la que se trabaja el té que ya ha sido infusionado. Con esta separación se consigue que el té seco no se humedezca por salpicaduras o por absorción del vapor de agua de la preparación.

Además en la sala encontraremos armarios para conservar té en sus correspondientes recipientes, antes o después de catarlos.

En el siguiente artículo hablaremos sobre los utensilios que se utilizan para catar el té. ¡No es tan sencillo como parece!

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